viernes, 15 de octubre de 2010

¡Guarda!: Patea Pelegrina

Pateaba tan fuerte que hasta en la tribuna se asustaban. El Payo (Manuel Gregorio
Pelegrina decía su DNI) era un bravo de la raya y una verdadera rareza para la época de
los árbitros ingleses, el fútbol duro y áspero y goles sólo para los presentes. Rareza
porque siendo wing de antaño y zurdo cerrado, fue un goleador implacable,
extraordinario, irrepetible. Tan goleador fue que su nombre está marcado a fuego entre
los cuatro máximos artillero del fóbal argentino (detrás de Arsenio Erico, Angel
Labruna y Herminio Masantonio). Y en su figura se concentran dos plusmarcas de
Estudiantes: es el capo cannonieri de la historia, con 235 goles, y también el que más
jugó con la camiseta roja y blanca que antes lucieron Los Profesores y luego los
campeones del mundo de Zubeldía.
Aunque para el tablón y gran parte de los memoriosos-historiadores del Club, Abel
Ernesto Herrera ostente el récord de presencias, hay un dato concluyente que derriba esa
creencia: El Payo jugó 489 partidos entre Primera A y B contra 482 de Tití.
Prácticamente todas las estadísticas no le computan los matchs en la segunda categoría
del fútbol argentino, la que disputó con Estudiantes durante el ascenso en. “Los partidos
de la B son oficiales, por eso hay que sumárselos”, afirma a Animals! el profesor Adrián
Echeverria, director de la Futbolteca Albirroja “Horacio Ferreti” que atesora la historia
de Estudiantes y de sus hombres. El número (489) surge de “soportes documentales” de
El Día, La Nación y las revistas El Gráfico y Goles que Echeverria recopiló con
minuciosidad de coleccionista.
Si no se tienen en cuenta los encuentros de la B (en ese entonces Segunda División),
Pelegrina llegó a 461 y a 221 goles en Estudiantes. Este es el registro que consta en el
Diccionario Enciclopédico del Fútbol que editó Olé, el cual omite los partidos en el
ascenso.
Más allá de la frialdad de los números, y de la polémica que de estos pueda surgir,
existe un hecho insoslayable y contrastable a la vez: Pelegrina es uno de los más
grandes de todos los tiempos.
Nació el 29 de noviembre de 1919 en San Vicente, un apacible pueblito cordobés,
donde ya pateaba de lo lindo en el Club Lavalle local y en el seleccionado mediterráneo.
Rosario Central y Estudiantes le echaron el ojo rápidamente. Luego de una intensa
disputa, el Pincha se quedó con su zurda tremebunda a fines de la década del ’30. Había
que reemplazar al Indio Guaita, crack de Los Profesores, y este cordobés prometedor
venía a ocupar ese vacío. Y vaya si lo ocupó.
Debutó en 1938 en un partido ante Almagro (victoria 3 a 0 de visitante) y al año
siguiente, su primera temporada completa, hizo 17 goles en 31 partidos.
Tan zurdo y potente como burrero, Payo no largó nunca la Primera durante 14 años
consecutivos hasta 1952, cuando pasó por una sola temporada a Huracán (29 partidos,
10 goles) en días de intervención peronista.
Fue compañero de muchos de los más grandes del balompié albirrojo. Jugó al lado de
Angel Ricardo Laferrara (1,10 goles por partido, 86 en 78 encuentros), centrofoward de
excepción, y luego del gigante Beto Infante (180 goles en 329 partidos albirrojos), acaso
el 9 más destacado en 102 años de historia pincha.
Compartió delanteras con otros excelsos del fóbal, como Fortunato Desagastizábal, el
Loco Gagliardo y Pichón Negri; y equipos con Violini, Ferretti, Ongaro, Ogando, Villa
y Bouché, entre muchos otros que escribieron páginas doradas de este deporte.
Dijo de él Infante: “cuando se perfilaba, ya sabía que el arquero no la iba a poder
agarrar. Yo iba tranquilo, tomaba el rebote y la mandaba a guardar. Así me cansé de
hacer goles”.
Decían en el tablón de aquellos días que pararse frente a un zurdazo de El Payo era lo
más parecido a enfrentar a un pelotón de fusilamiento. Sí, tenía un cañón. “Uhh, pateaba
como una mula”, exclama aún hoy el gran Beto, a los 83 años con hijos y nietos pinchas
de pura cepa.
Mire si fue genial lo de Pelegrina que es el wing izquierdo con más goles en 78 años de
profesionalismo. Seguramente, con un fútbol remozado y globalizado como el actual,
nadie lo podrá superar jamás.
Dos curiosidades: como todos los de su generación no salió campeón con Estudiantes
(dio la vuelta en la Copa Adrián Escobar en 1944 y fue tercero con un equipazo en 1948
en el torneo oficial). Dice la leyenda popular que hasta los árbitros ingleses apagaban
incendios a favor de los equipos grandes en esos días. Tampoco fue goleador de
ninguna temporada, como sí lo fueron Letanú, Calderón, Farías o Pavone años más
tarde. Hay atenuantes, ya que en los domingos de entonces también deleitaban Erico,
Labruna y Masantonio.
Aunque jugó en la Selección (4 partidos, 2 goles entre 1942 y 1945), nunca llegó a
brillar; delante de él estaba el Chueco Enrique García, emblema de Racing entre 1936 y
1944, para muchos el mejor puntero izquierdo que dio Argentina. Y Félix Loustau,
estrella de La Máquina multicampeona de River, y luego de paso fugaz por Estudiantes.
Para tener en cuenta: Loustau hizo 101 goles en 374 partidos entre 1942 y 1958 y El
Chueco 78 en 232 cotejos.
Payo le dijo alguna vez al diario El Día: “El fútbol no me dio mucha plata. Estudiantes
pasaba una etapa mala económicamente y llegábamos a fin de año con, tal vez, seis
meses de atraso en los sueldos. Dejé de jugar a los 33 años, pero podría haber seguido
un poco más. El problema es que no cobrábamos nunca, aunque eso no me quitó las
alegrías vividas”.
Colgó los botines en 1956 en Estudiantes, aunque luego jugó algunos partidos para
Cambaceres (en la C) por expreso pedido de Alberto Zozaya, técnico del momento.
Murió el 23 de noviembre de 1992 a causa de una pulmonía en La Plata, la ciudad que
adoptó como propia.
Dejó otras marcas que nunca fueron superadas: es el máximo artillero en la historia de
los clásicos con 11 goles y el séptimo anotador de penales de todos los tiempos, con 37
tantos en 46 ejecuciones (80,4% de efectividad), detrás de Babington, Passarella,
Alonso, Rocchia, Brindisi y Sanfilippo.
Si en ese entonces hubiese existido el telebeam de Macaya Márquez, seguramente hoy
tendría otro récord.

Fuente: Revista Animals!

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