04-10-2010
Estudiantes es el mejor. Desde lo colectivo, sostuvo la falta de delanteros de peso y ni extrañó a un tal Verón.
Estudiantes es el mejor equipo del campeonato por lejos. Mientras los demás todavía se acomodan las pilchas, lo empujan a ser el mejor. Estudiantes gana tres partidos en una semana, mantiene el arco en cero y le saca cinco puntos al segundo. Esa estadística la sostiene con un funcionamiento impecable que se compone de tres virtudes: control, presión y contundencia. Y, si se quiere, hasta un cierto grado de maldad y/o picardía para sacar ventaja de los mínimos detalles (hacer tiempo y cortar sistemáticamente cuando no puede recuperarla limpia). Sería injusto hacer hincapié en esas debilidades bilardianas, Estudiantes está más allá de eso. Juega a uno o dos toques, como en el entrenamiento. Lleva al pasto y por los puntos los movimientos que ensaya en la semana. No hay traslados, hay movilidad para ofrecerse como descarga, adelante, atrás o a los costados, y todo el control se basa en un tic tac permanente que abre al rival y lo desgasta. Y cuando la pelota es del otro, las líneas se cierran y, escalonadamente, sus jugadores rodean a la presa como en un documental de Discovery. Eso fue lo que pasó ayer en el primer tiempo. San Lorenzo, en ese lapso, se vio obligado a jugar de contra en su propia cancha. Las dimensiones, en esa estancia, se redujeron a la conveniencia de Estudiantes. Consecuencia pura: apareció Braña, el volante central, dos veces cara a cara con Albil. Eso refleja otro valor: Estudiantes, colectivamente, disimula la ausencia de delanteros de peso. Porque la Gata Fernández hizo un golazo, para recordar, pero pisan más el área los volantes que los puntas. Y en eso, además de Braña (hoy tal vez más imprescindible que Verón) es clave Enzo Pérez. ¿De qué juega? ¿De enganche? Es un conector al que se le caen bellas ideas como el pase a la Gata, pero no conduce. Abanica bien el ancho, toca y va a buscar, una premisa que todos tratan de cumplir. La conducción es de Verón. Y sin él, como ayer, se la reparten entre Braña y Benítez.
Romagnoli empujó, aunque su fútbol no contagió a San Lorenzo. Ramón Díaz hizo cambios inteligentes pero no logró desbordarlo. Y eso que intentó con dos puntas por afuera (Bordagaray y Menseguez) para que trataran de encontrar a Balsas. Sin embargo, esta vez la fórmula área que tanto le dio contra Boca, por ejemplo, no funcionó. Abusó de la frontalidad y jamás pudo romperle la línea al puntero. Y entonces, como este San Lorenzo es demasiado austero de fantasía, la ilusión sólo se mantuvo en el entusiasmo de Romagnoli, nada más.
Aun sin la pelota, como en casi todo el complemento en donde sintió el desgaste físico, Estudiantes lo tuvo controlado. Siempre se jugó dónde y cómo quiso Estudiantes. Y lo ganó por ser mejor. Y por ser el mejor, lejos.
Fuente: Olé
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