Eran las cinco de la tarde del recordado 16 de octubre de 1968 cuando el ómnibus que
llevaba al plantel de Estudiantes partió de Lymm, aquel pequeño pueblito que había
acunado los sueños de gloria y que había protegido al equipo de una ciudad mal
predispuesta.
Osvaldo Zubeldía lo sabía. Días antes, el delantero George Best, el mismo que durante
el partido golpearía a Malbernat y luego a Medina, había pedido por televisión que la
gente hiciera sentir a los visitantes que estaban en Inglaterra. La prensa inglesa,
sensacionalista como pocas, se había encargado de fomentar el odio del lugar hacia un
equipo que desconocían casi por completo. Los prejuicios y la soberbia de una ciudad
con poder económico y altamente industrializada hicieron el resto. Y un video filmado
durante el primer partido en la Argentina, en el que se mostraban los alambrados de las
canchas, los fosos y otros aspectos negativos del fútbol de nuestro país, completaron el
patético escenario en el que se jugaría la revancha de aquella final Intercontinental:
“Viven como animales. Son animales”.
Media hora después de haber partido de Lymm, Estudiantes llegó a Old Trafford. Y
poco más de una hora después, exactamente a las 18.40, Zubeldía dio la orden de que el
equipo saliera al campo de juego mucho antes de lo previsto. El estadio, irascible sin
ninguna causa justa, lleno de bronca impuesta, recibió a los jugadores con una silbatina
y aquel grito que, sus hinchas se darían cuenta después, fortaleció el espíritu, potenció el
temple y pinchó el orgullo de un grupo que estaba acostumbrado a combatir ante la
adversidad. El “Animals, Animals, Animals”, persistente y doloroso, fue en definitiva
un canto tan agresivo como motivador. Un antes y un después en la historia. La razón
de aquella hazaña que todos los hinchas de Estudiantes supieron trasladar de generación
en generación.
“No saben con quién se meten”, fue la reflexión de Don Osvaldo al ver las caras de sus
jugadores apenas volvieron al vestuario. El plan se había consumido a la perfección: el
equipo estaba shockeado por semejante clima hostil, pero había tiempo para recuperarse
y, en consecuencia, el impacto de volver al campo a jugar el partido ya no sería el
mismo. La Caldera del Diablo, como llamaban a la cancha de Manchester, había
agotado su efecto. El gol tempranero de Verón fue la mejor prueba. La limpieza, el
coraje y la valentía con la que jugó Estudiantes todo el partido desconcertaron a
aquellos que unas horas antes habían entonado el Animals. Aquel equipo argentino,
humilde y trabajador, era el primero en consagrarse campeón del mundo en tierras
inglesas. Aún hoy ese hito no fue igualado.
Hubo, entonces, que rendirse ante las evidencias. Primero, dentro de la cancha. Como
citó el día después el diario británico Daily Express: “Un sueño se desvaneció: ganó el
que jugó mejor”. Y luego, también afuera, como Raúl Madero le respondió
célebremente a unos periodistas ingleses: “Yo soy médico recibido, el señor es
Malbernat, estudiante de odontología; aquel otro es Pachamé, estudiantes de Ciencias
Económicas… Este equipo dispone de todos los matices. Tiene alumnos, profesionales,
músicos… Dígame Mister, ¿dónde están los Animals? Usted, ¿habla castellano? Porque
yo hablo inglés perfectamente. ¿Sabe tocar el piano? Venga, escuche esto. ¿Lo conoce?
¿No? Pero cómo, ¿no éramos nosotros los Animals?
Salud campeón. Salud Estudiantes. Salud Animals.
Fuente: Revista Animala!
te amo estudiantes
ResponderEliminarLo que no dice la nota es que ese Manchester estaba conformado por la mayoría de los jugadores campeones del mundo del 66 y el Maradona o el Messi del momento, Boby Charlton era también de ellos... APLAUDAN!!!!!
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