sábado, 6 de noviembre de 2010

InmEnzo

06.11.2010

Tras sufrir en el primer tiempo, Estudiantes goleó y festejó de la mano de un tal Pérez y de un equipo práctico, que logró todos los puntos como local. Y con un partido más, le sacó seis a Vélez...

cómo puede un equipo transformar el dominio ajeno en hegemonía propia? ¿De qué manera logra virar el sentido de un partido y cambiar pasesitos por pases que duelen? ¿Quién explica que haya convertido tres goles de 9 sin tener justamente un referente de área? ¿Cuál será su fórmula para mantener una localía inexpugnable, con la valla invicta y con el agregado de que ayer debió reemplazar rápidamente a Orión por una lesión? ¿Será por todo esto que es cada vez más candidato? ¿Y que es InmEnzo por el nombre de un volante tremendo así como por ese conjunto que ya lleva años en la cresta de la ola? Todas estas preguntas juntas las contestó Estudiantes en el partido de anoche. O mejor, en el segundo tiempo del partido de anoche. Porque para explicar la goleada, analizar las fortalezas y escribir lo que se escribe es necesario mirar lo que ocurrió al cabo el descanso. Un equipo desacomodado se acomodó en diez minutos. El gol de la Gata tuvo un gran impacto para ambos lados. Al líder (que le sacó seis a Vélez) le permitió empezar a gobernar los avatares del juego. A Lanús se le quemaron los papeles: perdió a Pelletieri, su estratégico contraataque y la posibilidad de asustar al líder..
Si uno se queda con la última imagen, entonces, se comprenden los aplausos de la gente, la expresión de Sabella y la tranquilidad de los jugadores por el cumplido. Estudiantes encontró los espacios, hilvanó jugadas que combinaron talento individual con funcionamiento colectivo, fabricó tres goles de esos que llegan con asistencias -o sea con los ojos abiertos para buscar el último toque-, fue inteligente y golpeó a un Caranta que regresó al fútbol con el adversario menos deseado.
Que Estudiantes tuvo fortuna es una verdad tan grande como la que dice que también ha sabido capitalizarla. Porque, en suma, puede haber sido responsable por las dudas del comienzo pero no por la impericia contraria. El partido se había jugado como quiso Lanús: control de la pelota Pincha, errores y transiciones rápidas. En ese lapso Silvio Romero fue impredecible para Federico Fernández. Pocas veces el fútbol permite ver un duelo tan desparejo. Si no se pudo aprovechar esta supremacía fue por dos cosas. La primera: a Romero le faltó compañía en sus recurrentes llegadas al fondo. Y la segunda: Desábato salvó varias veces a una defensa que pagó por el mal escalonamiento global. Encima, Verón pasó ese rato nervioso, pegándole a Regueiro. Braña impreciso. La Gata, de espalda. Peñalba, lejos de todo. Pero en la dinámica de lo impensado, llegaron las respuestas más pensadas: un equipo InmEnzo, gigante, un León.

 Fuente: Olé

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