Ernesto Sábato, reconocido hincha de Estudiantes, murió a los 99 años. Autor de grandes novelas (“El túnel”, “Sobre héroes y tumbas”…), libros y demás ensayos. “No era un virtuoso, pero iba y volvía y no daba pelota por perdida”, explicó sobre su paso por las inferiores pinchas.
Su carrera como escritor, físico y pintor fue para sacarse el sombrero. Pero, sin dudas, a la hora de empalmar la pluma fue el 10, el dueño de la pelota y el capitán. Sus libros, novelas y ensayos recibieron premios por doquier y siempre estarán presentes. Ernesto Sábato fue eso y, también, un amante del fútbol. Pincharrata por adopción desde su llegada a La Plata, club en el que hizo las inferiores y al que más de una vez le dedicó algunas líneas. A los 99 años nos dejó todo eso y más. Dijo adiós, los años pasaron factura, pero sus escritos quedarán por siempre.
“No era un virtuoso, hay que aclararlo y aceptarlo, pero iba y volvía y no daba pelota por perdida”, explicó el mismo Ernesto sobre su roce con la pelota en las divisiones juveniles de Estudiantes. Sábato, nacido en Rojas, Buenos Aires, el 24 de junio de 1991, llegó a La Plata con la idea de completar sus estudios secundarios y allí nació su amor por el Pincha. Temporalmente, lo más cercano es la imagen con la camiseta blanca y roja en las tribunas de la cancha ubicada en 1 y 57 y el aplauso generalizado homenajeándolo.
Quedarán por siempre sus grandes novelas, como “El túnel”, que fue traducida a diez idiomas y llevada a la pantalla grande; o “Sobre héroes y tumbas”, que llegó a grabarse un disco con recitados de esa novela; o “Abaddón el exterminador”, mejor novela extranjera en París, premio Medici en Italia y Gran Cruz al mérito civil en España. También escribió libros, como el recordado “Uno y el universo”, y demás ensayos, entre los que se conmemora “La resistencia”, primero de habla española que se pudo leer de manera gratuita en la web de Clarín. Su carrera literaria fue acercándose a la política, especialmente después de la década del ’70. Escribió “El otro rostro del peronismo: Carta abierta a Mario Amadeo” en defensa de Evita. Y, más adelante, presidió la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas). Además del aporte a Clarín, también redactó artículos para La Nación y colaboró con el diario La Opinión. Además, fue protagonista de la conocida revista Sur.
Premios para todos los gustos. Ernesto recibió honores en Argentina, Francia, Alemania, Israel, Colombia, Italia… En 1984 le dieron el Premio Miguel de Cervantes, segundo argentino en ganarlo (Borges, el otro). Como estaba previsto, a pesar de su defunción, será homenajeado en la Feria del Libro de Buenos Aires. Esposo de Matilde Kusminsky Richter, padre de Jorge Federico y Mario, murió en su casa, en la tranquilidad de su hogar. Para cerrar, es bueno leer el final de su ensayo “Fobal del grande”, para entender cómo sentía y vivía el fútbol: “Una tarde, al intervalo, la Chancha le decía a Lalín: cruzámela, viejo, que entro y hago gol. Empieza el segundo jastáin, Lalín se la cruza, en efeto, y el negro la agarra, entra y hace gol, tal como se lo había dicho. Volvió Seoane con lo brazo abierto, corriendo hacia Lalín, gritándole: viste, Lalín, viste, y Lalín contestó sí pero yo no me divierto. Ahí tené, si se quiere, todo el problema del fóbal criollo”.
Fuente: Olé
Su carrera como escritor, físico y pintor fue para sacarse el sombrero. Pero, sin dudas, a la hora de empalmar la pluma fue el 10, el dueño de la pelota y el capitán. Sus libros, novelas y ensayos recibieron premios por doquier y siempre estarán presentes. Ernesto Sábato fue eso y, también, un amante del fútbol. Pincharrata por adopción desde su llegada a La Plata, club en el que hizo las inferiores y al que más de una vez le dedicó algunas líneas. A los 99 años nos dejó todo eso y más. Dijo adiós, los años pasaron factura, pero sus escritos quedarán por siempre.
“No era un virtuoso, hay que aclararlo y aceptarlo, pero iba y volvía y no daba pelota por perdida”, explicó el mismo Ernesto sobre su roce con la pelota en las divisiones juveniles de Estudiantes. Sábato, nacido en Rojas, Buenos Aires, el 24 de junio de 1991, llegó a La Plata con la idea de completar sus estudios secundarios y allí nació su amor por el Pincha. Temporalmente, lo más cercano es la imagen con la camiseta blanca y roja en las tribunas de la cancha ubicada en 1 y 57 y el aplauso generalizado homenajeándolo.
Quedarán por siempre sus grandes novelas, como “El túnel”, que fue traducida a diez idiomas y llevada a la pantalla grande; o “Sobre héroes y tumbas”, que llegó a grabarse un disco con recitados de esa novela; o “Abaddón el exterminador”, mejor novela extranjera en París, premio Medici en Italia y Gran Cruz al mérito civil en España. También escribió libros, como el recordado “Uno y el universo”, y demás ensayos, entre los que se conmemora “La resistencia”, primero de habla española que se pudo leer de manera gratuita en la web de Clarín. Su carrera literaria fue acercándose a la política, especialmente después de la década del ’70. Escribió “El otro rostro del peronismo: Carta abierta a Mario Amadeo” en defensa de Evita. Y, más adelante, presidió la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas). Además del aporte a Clarín, también redactó artículos para La Nación y colaboró con el diario La Opinión. Además, fue protagonista de la conocida revista Sur.
Premios para todos los gustos. Ernesto recibió honores en Argentina, Francia, Alemania, Israel, Colombia, Italia… En 1984 le dieron el Premio Miguel de Cervantes, segundo argentino en ganarlo (Borges, el otro). Como estaba previsto, a pesar de su defunción, será homenajeado en la Feria del Libro de Buenos Aires. Esposo de Matilde Kusminsky Richter, padre de Jorge Federico y Mario, murió en su casa, en la tranquilidad de su hogar. Para cerrar, es bueno leer el final de su ensayo “Fobal del grande”, para entender cómo sentía y vivía el fútbol: “Una tarde, al intervalo, la Chancha le decía a Lalín: cruzámela, viejo, que entro y hago gol. Empieza el segundo jastáin, Lalín se la cruza, en efeto, y el negro la agarra, entra y hace gol, tal como se lo había dicho. Volvió Seoane con lo brazo abierto, corriendo hacia Lalín, gritándole: viste, Lalín, viste, y Lalín contestó sí pero yo no me divierto. Ahí tené, si se quiere, todo el problema del fóbal criollo”.
Fuente: Olé
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