22.11.2011
Al final, en todos quedó un gusto amargo y la sensación de un incidente orquestado de antemano. Fue un golpe bajo para el fútbol. Uno más y van... La gente que estuvo ayer en el Centenario quilmeño sufrió una gran indignación. Y, sin duda, a la vista de todos ellos resultó un bochorno. Y para todo el mundo resultó una acción deliberada la que frustró a los 11’ del primer tiempo el partido que Banfield, con gol del uruguayo Hernán Rodrigo López, señalado a los 9’, le ganaba a Estudiantes, que cerraba la disputa de la 15ta fecha del torneo Apertura.
Una bomba de estruendo, la tercera que viajó en ese corto lapso del partido desde la tribuna albirroja al área chica banfileña, dejó conmocionado al golero Cristian Lucchetti, con un “trauma acústico” según dictaminó luego el médico del club, que le produjo un consecuente mareo que, por lógica, le impidió continuar el juego.
El árbitro Fernando Echenique, con buen tino, no dejó detalle sin atender antes de tomar una determinación. Habló con el arquero. También con el encargado de la seguridad, con los demás protagonistas, con el profesional que atendió al capitán banfileño y también con sus allegados.
Antes de recibir el no de Lucchetti, ya el encargado de la seguridad del espectáculo de ayer en cancha de Quilmes le había confirmado que no podía garantizarle la seguridad, descartándole de plano la posibilidad de ubicar policías en la tribuna donde se encontraba, claro que sin enarbolar ninguna bandera que los identificara, la barra brava pincharrata, de donde habían partido esas tres bombas de estruendo.
Dos de ellas explotaron. La primera a los 3’, pero fue lo suficiente alejada del arquero visitante que solamente lo conmocionó. Una segunda no llegó a explotar y fue la tercera la que precipitó la suspensión del encuentro.
Ante semejante cuadro, el árbitro optó por mandar a todos a los vestuario, quedando flotando una sensación de indignación y estupor en todos los que estaban en la cancha, y también en aquellos que siguieron las incidencias por radio o televisión.
Si bien el final ya estaba decretado, igualmente el capitán Verón, con una fastidio inocultable en sus gestos y palabras, fue directamente a increpar a esos hinchas -llamativamente muy jóvenes y, según quienes estaban cerca de ellos, muy poco vistos en ese sector destinado a la barra albirroja- por lo que habían generado ya que, además, buscaban treparse al alambrado generando otra infracción más.
Imitaron a la Brujita la Gata Fernández y Mauro Boselli, pero aquellos exaltados hicieron oídos sordos a los reclamos porque, en definitiva, ya habían conseguido lo que buscaron desde que se puso en marcha el juego.
Un juego que, en lo poco que duró, había tenido al equipo del Vasco Azconzábal como protagonista. Parado con tres en el fondo y con muchos volantes que pasaban al ataque para apoyar a los dos puntas, lo había presionado a Banfield, le había quitado la pelota, no lo dejaba cruzar la mitad de la cancha y lo tenía cercado por todos lados.
Era cuestión solamente de afinar un poco la puntería, de acertar en el último pase, para que Estudiantes fuera dueño de todo.
Pero la primera bomba aquietó al local. Y antes de que llegara la definitiva, dos minutos antes, el ex albirrojo Hernán Rodrigo López capturó dentro del área chica un centro atrás de Gómez, que se hizo de una pelota que no alcanzó a rechazar Iberbia, y con toque corto puso en ventaja al conjunto de Ricardo La Volpe.
Era cuestión de seguir perseverando, de mantener esa presión con la misma determinación para poder ahora llegar al empate, cuando otro bombazo estremeció a todo el Centenario y terminó con Lucchetti tirado en el césped con evidentes signos de estar visiblemente conmocionado.
Después vendría la decisión de Echenique, la reacción de la gente que fue a ver un partido y que se vio defraudada, y que atacó a ese grupo que, al final, se salió con la suya, algo que, supuestamente, ya había amenazado horas antes que iba a suceder, y lamentablemente ocurrió.
Una situación delicada interna. Una posición clara y terminante de la flamante directiva, que no aceptó otorgar entadas ni dádivas de ningún tipo, precipitó este hecho lamentable que al club le puede costar muy caro.
No se habla de pérdida de puntos. Si de terminar jugando los dos partidos que le faltan de local en este Apertura sin público local, mientras que este choque frustrado ante Banfield se patearía para más adelante, cuando se encuentre una fecha potable, y claro está que se completaría a puertas cerradas. La palabra la tiene el Tribunal de Disciplina de la AFA, hacia donde ayer mismo viajó el informe del árbitro, y también de las autoridades encargadas de la seguridad.
Los buenos hinchas, esos que fueron a ver un partido de fútbol, tras superar el estupor por lo vivido, se retiraron del campo expresando abiertamente su indignación por la lamentable situación que generó un grupo de inadaptados, que de hinchas genuinos no tienen nada y que solo están para atender cuestiones netamente personales, y económicas.
Fuente: Diario EL DIA
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