Alejandro Ventura y Eduardos Larrosa, los socios que en su momento presentaron un proyecto alternativo para remodelar el estadio, recuerdan que el club ya podría tener su propia cancha sin pasar por tantos contratiempos.
En tiempos donde la actual dirigencia del club asegura retomar la obra del estadio de 1 y 57,
El Clásico recupera una vieja historia inconclusa, que tuvo su puntapié inicial hace diez años, cuando la localía albirroja empezaba a ganar el centro de la escena.
Corría el año 2002, y en el contexto convulsionado que vivía país, y la idea de remodelar la cancha comenzó a ganar adeptos entre los socios de Estudiantes.
En los meses previos a las elecciones del club, Julio Alegre convocó a dos referentes del Movimiento Pincharrata como Lanfranco Marucci y Miguel Mirenda, buscando desarmar el único bloque opositor que se interponía a su ambicioso proyecto de convertirse en presidente de Estudiantes.
La maniobra política surgió efecto, ya que tanto Marucci como Mirenda se desprendieron de su corriente ideológica, negociando sus principios con tal de formar parte de de una comisión directiva. Alegre fue elegido como presidente por aclamación en la asamblea, ya que hubo lista única.
La oposición no fue a elecciones, pero siguió militando con tal de convertirse en una alternativa para los socios. De allí surgió el Movimiento de Unidad Pincharrata, que luego encabezaría Raúl Valente, pero que de entrada tuvo a Alejandro Ventura y Eduardo Larrosa como los principales propulsores de una idea que nunca se pudo cristalizar: remodelar el estadio de Estudiantes.
Por aquel entonces, el máximo ídolo del club era el Tecla Farías, que dos años después sería transferido a Italia por una suma cercana a los 4 millones de dólares.
“Con esa plata se hacía este estadio”, cuenta Larrosa en diálogo con El Clásico, haciendo mención a la maqueta que hoy permanece en el estudio jurídico de Ventura.
En los rostros de los protagonistas se esconde la impotencia y la bronca de miles de simpatizantes de Estudiantes que durante más de siete años tuvieron que viajar a Quilmes para ver al equipo de local, por decisiones institucionales que partieron de las gestiones de Eduardo Abadie, en 2006 y Rubén Filipas, en 2010.
“Con esta cancha se hubiese evitado ir a Quilmes. ¿Con qué necesidad?”, se pregunta el doctor Ventura, quien participó en las elecciones de 2005 y de 2011 como candidato a dirigente de Estudianets al igual que Larrosa.
La maqueta estática en el centro de la escena esconde historias de reuniones y gestiones que nunca llegaron a buen puerto, producto de intereses personales que terminaron primando por sobre el beneficio de la masa societaria.
“Este estadio se hubiese podido hacer en su momento. Pero claro, los dirigentes de 2002 y 2004 decían que como tenía aire entre los escalones no servía para Estudiantes. ¿Querían el otro estadio? ¿Ese al que le decían la Bombonerita? ¡Ahí está! ¡Ahí lo tienen! Parado sin que nadie lo pueda usar”, arremete Larrosa con vehemencia.
“Nosotros este estadio lo pusimos en su momento a disposición de la dirigencia de Alegre sin pedir nada a cambio. Ni especulábamos con un fin político. Pero nunca lo tuvieron en cuenta”, suelta resignado Ventura.
En el relato de los dos socios de Estudiantes se engloba el sentimiento de otros miles, que durante muchos años recibieron sólo excusas y explicaciones sobre los motivos por los cuales no se progresaba en la obra.
Primero fue el impedimento legal y la eterna lucha con los ambientalistas. Y luego la falta de recursos económicos.
Lo cierto es que el proyecto alternativo que se presentó en 2002 se hubiese podido hacer con fondos genuinos, ya que, de acuerdo a la proyección presupuestaria, no demandaría más de 8.000.000 dólares a la cotización actual, y unos 4.000.000 a la paridad cambiaria del 2002.
Además, se ajustaba a las normas legales de aquellos años, lo que hubiese evitado las engorrosas jornadas judiciales, en las que los socios de Estudiantes hicieron un curso acelerado de derecho ambiental.
Lo más importante, sin embargo, es que no se tendría que haber expuesto a los hinchas a trasladarse a Quilmes, con los perjuicios económicos que esto demanda.
El proyecto alternativo, mientras tanto, sigue guardado en la oficina de Ventura.
Un capítulo más en la historia institucional contemporánea de Estudiantes que amerita una reflexión.
Dos albañiles intentaron “retomar” la obra de 1 y 57
Al enterarse del informe que este medio estaba elaborando sobre el estadio de Estudiantes, la dirigencia del club abrió el paraguas y confirmó la reanudación de los trabajos en 1 y 57.
Ayer por tarde, de hecho, un reportero gráfico de este medio vio a dos obreros que se encontraban realizando tareas de limpieza del terreno a un costado de la cancha principal del viejo estadio albirrojo.
Lejos de encontrarse con robustas maquinarias y personal en permanente movimiento, la imagen da cuenta de dos albañiles sacando estructuras metálicas que luego serían cargadas en una camioneta Ford F-100 de color azul abollada que pudo acceder a los terrenos.
Desde el club aseguraron que con los dos millones y medio de dólares que prestó el banco Credicoop se podrá levantar la cabecera de 57, en donde estará ubicado el público visitante. Sin embargo, el acuerdo firmado el año pasado con las organizaciones no gubernamentales que defienden el medio ambiente establece que primero se debe bajar la altura de la cabecera de 115 y demoler la estructuras que iban a sostener los palcos de trasmisión.
“El dinero del préstamo lo vamos a devolver en nuestra gestión”, señaló un importante dirigente albirrojo.
De acuerdo a lo que pudo confirmar este medio, el club usará los 2.500.000 dólares para llamar a la brevedad a licitación para empezar a construir la cabecera de 115 y completar la tercera parte preliminar de la obra.
Luego, claro, quedarán los trabajos complementarios que llevarán un tiempo considerable, como la instalación hidráulica, el reposicionamiento de la cancha de fútbol, los vestuarios y los accesos al estadio para que pueda sortear con éxito una inspección del Coprosede.
Según confiaron desde el club, se buscará vender de manera ancipada los palcos de calle 1, utilizando el ingreso de dinero para confeccionar la obra en ese sector de la cancha.
Cabe señalar que el futuro estadio podría quedar habilitado antes de 2014, sin que necesariamente se hayan terminado los palcos.
En el mejor escenario, la cancha nunca va a completarse en su totalidad como lo aprobó en su momento la asamblea extraordinaria, debido a que el proyecto expuesto contempla la creación de codos u ochavas, que demandarían un costo inalcanzable para la presente economía del club.
En otras palabras, el estadio que en su momento se le prometió al socio en otras gestiones difícilmente pueda realizarse en el mediano plazo.
Fuente: Diario HOY
En tiempos donde la actual dirigencia del club asegura retomar la obra del estadio de 1 y 57,
El Clásico recupera una vieja historia inconclusa, que tuvo su puntapié inicial hace diez años, cuando la localía albirroja empezaba a ganar el centro de la escena.
Corría el año 2002, y en el contexto convulsionado que vivía país, y la idea de remodelar la cancha comenzó a ganar adeptos entre los socios de Estudiantes.
En los meses previos a las elecciones del club, Julio Alegre convocó a dos referentes del Movimiento Pincharrata como Lanfranco Marucci y Miguel Mirenda, buscando desarmar el único bloque opositor que se interponía a su ambicioso proyecto de convertirse en presidente de Estudiantes.
La maniobra política surgió efecto, ya que tanto Marucci como Mirenda se desprendieron de su corriente ideológica, negociando sus principios con tal de formar parte de de una comisión directiva. Alegre fue elegido como presidente por aclamación en la asamblea, ya que hubo lista única.
La oposición no fue a elecciones, pero siguió militando con tal de convertirse en una alternativa para los socios. De allí surgió el Movimiento de Unidad Pincharrata, que luego encabezaría Raúl Valente, pero que de entrada tuvo a Alejandro Ventura y Eduardo Larrosa como los principales propulsores de una idea que nunca se pudo cristalizar: remodelar el estadio de Estudiantes.
Por aquel entonces, el máximo ídolo del club era el Tecla Farías, que dos años después sería transferido a Italia por una suma cercana a los 4 millones de dólares.
“Con esa plata se hacía este estadio”, cuenta Larrosa en diálogo con El Clásico, haciendo mención a la maqueta que hoy permanece en el estudio jurídico de Ventura.
En los rostros de los protagonistas se esconde la impotencia y la bronca de miles de simpatizantes de Estudiantes que durante más de siete años tuvieron que viajar a Quilmes para ver al equipo de local, por decisiones institucionales que partieron de las gestiones de Eduardo Abadie, en 2006 y Rubén Filipas, en 2010.
“Con esta cancha se hubiese evitado ir a Quilmes. ¿Con qué necesidad?”, se pregunta el doctor Ventura, quien participó en las elecciones de 2005 y de 2011 como candidato a dirigente de Estudianets al igual que Larrosa.
La maqueta estática en el centro de la escena esconde historias de reuniones y gestiones que nunca llegaron a buen puerto, producto de intereses personales que terminaron primando por sobre el beneficio de la masa societaria.
“Este estadio se hubiese podido hacer en su momento. Pero claro, los dirigentes de 2002 y 2004 decían que como tenía aire entre los escalones no servía para Estudiantes. ¿Querían el otro estadio? ¿Ese al que le decían la Bombonerita? ¡Ahí está! ¡Ahí lo tienen! Parado sin que nadie lo pueda usar”, arremete Larrosa con vehemencia.
“Nosotros este estadio lo pusimos en su momento a disposición de la dirigencia de Alegre sin pedir nada a cambio. Ni especulábamos con un fin político. Pero nunca lo tuvieron en cuenta”, suelta resignado Ventura.
En el relato de los dos socios de Estudiantes se engloba el sentimiento de otros miles, que durante muchos años recibieron sólo excusas y explicaciones sobre los motivos por los cuales no se progresaba en la obra.
Primero fue el impedimento legal y la eterna lucha con los ambientalistas. Y luego la falta de recursos económicos.
Lo cierto es que el proyecto alternativo que se presentó en 2002 se hubiese podido hacer con fondos genuinos, ya que, de acuerdo a la proyección presupuestaria, no demandaría más de 8.000.000 dólares a la cotización actual, y unos 4.000.000 a la paridad cambiaria del 2002.
Además, se ajustaba a las normas legales de aquellos años, lo que hubiese evitado las engorrosas jornadas judiciales, en las que los socios de Estudiantes hicieron un curso acelerado de derecho ambiental.
Lo más importante, sin embargo, es que no se tendría que haber expuesto a los hinchas a trasladarse a Quilmes, con los perjuicios económicos que esto demanda.
El proyecto alternativo, mientras tanto, sigue guardado en la oficina de Ventura.
Un capítulo más en la historia institucional contemporánea de Estudiantes que amerita una reflexión.
Dos albañiles intentaron “retomar” la obra de 1 y 57
Al enterarse del informe que este medio estaba elaborando sobre el estadio de Estudiantes, la dirigencia del club abrió el paraguas y confirmó la reanudación de los trabajos en 1 y 57.
Ayer por tarde, de hecho, un reportero gráfico de este medio vio a dos obreros que se encontraban realizando tareas de limpieza del terreno a un costado de la cancha principal del viejo estadio albirrojo.
Lejos de encontrarse con robustas maquinarias y personal en permanente movimiento, la imagen da cuenta de dos albañiles sacando estructuras metálicas que luego serían cargadas en una camioneta Ford F-100 de color azul abollada que pudo acceder a los terrenos.
Desde el club aseguraron que con los dos millones y medio de dólares que prestó el banco Credicoop se podrá levantar la cabecera de 57, en donde estará ubicado el público visitante. Sin embargo, el acuerdo firmado el año pasado con las organizaciones no gubernamentales que defienden el medio ambiente establece que primero se debe bajar la altura de la cabecera de 115 y demoler la estructuras que iban a sostener los palcos de trasmisión.
“El dinero del préstamo lo vamos a devolver en nuestra gestión”, señaló un importante dirigente albirrojo.
De acuerdo a lo que pudo confirmar este medio, el club usará los 2.500.000 dólares para llamar a la brevedad a licitación para empezar a construir la cabecera de 115 y completar la tercera parte preliminar de la obra.
Luego, claro, quedarán los trabajos complementarios que llevarán un tiempo considerable, como la instalación hidráulica, el reposicionamiento de la cancha de fútbol, los vestuarios y los accesos al estadio para que pueda sortear con éxito una inspección del Coprosede.
Según confiaron desde el club, se buscará vender de manera ancipada los palcos de calle 1, utilizando el ingreso de dinero para confeccionar la obra en ese sector de la cancha.
Cabe señalar que el futuro estadio podría quedar habilitado antes de 2014, sin que necesariamente se hayan terminado los palcos.
En el mejor escenario, la cancha nunca va a completarse en su totalidad como lo aprobó en su momento la asamblea extraordinaria, debido a que el proyecto expuesto contempla la creación de codos u ochavas, que demandarían un costo inalcanzable para la presente economía del club.
En otras palabras, el estadio que en su momento se le prometió al socio en otras gestiones difícilmente pueda realizarse en el mediano plazo.
Fuente: Diario HOY
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